12 octubre 2012

EL PEZ BANDERA

La vida del pez bandera transcurre entregada al diseño de una sinuosa travesía sin fin, por tal de evitar indeseados roces con otras especies o elementos tóxicos que dejen marcas indelebles en la bruñida y blanca identidad de su aleta superior, esa que a veces brilla tan cegadoramente que rara vez vuelven a recuperar la vista quienes se envuelven en su fulgor.  Excluyente e invasivo, expulsa de su gran boca a infinidad de organismos que tienen su hogar en ella y atrae a sus fauces a otros muchos que quieren tener su casa en otra parte. Sus dientes y su lengua ensalivan complejidades hasta crear una masa uniforme y blanda, silenciosa y unívoca. Siempre jugando con las mareas, dibuja fronteras con una cola a la que llama Libertad. Los peces bandera patrullan su trozo imaginario de fondo de mar sin dejar de mirarse, pero sin tocarse, odiándose en silencio o susurrándose amenazas; pacientes y mentirosos. No se reproducen, son animales milenarios que, obligados a vivir eternamente; a arder y a renacer; pelean a veces entre sí con la absurda ilusión de poder aniquilar al otro (siempre el otro), escupiéndose vidas y  golpeándose con la cabeza, de la que solo caen seres muertos e inermes que un día creyeron en ellos.



Texto incluido en el libro de relatos de Juanfran Molina "Ciclorama".

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